Ha caído el telón. Esta es la parte más dura del espectáculo; la pesada, la dura, la cruel. La última escena de esta tragedia dio fin con el más tonto de mis parlamentos, el más burdo, en más chusco y sobreactuado.
—Una paz lúgubre trae esta alborada. El sol no mostrará su rostro, a causa de su duelo. Salgamos de aquí para hablar más extensamente sobre estos sucesos lamentables. Unos obtendrán perdón y otros castigo, pues nunca hubo historia más dolorosa que esta de Julieta y su Romeo.
Y aquí viene el momento cumbre del miedo de los amorosos del tío Sabines, de los necesitados, de los que buscan... La división entre lo real y lo irreal, entre el cuento y la ficción, el dolor, la alegría, la apoteosis y el espanto. El instante mismo en que el mundo se cae en aplausos, y comprendes el porqué de las butacas. El horror de ver la capa guinda ceñida desde el techo hasta el suelo, el desprecio de la oscuridad celante en este sueño. Y el terror de ver marcado un personaje en tus palabras… Ha caído el telón.
La confusión carcome uno a uno los hilos de cordura en nuestras mentes. Nos miramos espantados, perplejos y estupefactos. El rincón del teatro donde estamos no es el más seguro por el momento; aquí yacen los restos del muerto amor de una pasión cobarde, las vidas ya sin vidas de dos seres sin su ser, el tierno rastro del arrepentimiento con sabor a melancolía, el dulce aroma del engaño con un trago de veneno.
Aquí, en el lugar más torpe de la construcción barroca del centro de la torpe ciudad; aquí, en el escondite del lobo sin dientes, el escaparate del poeta triste que perdió su pluma; aquí, en el cielo rojo del país desnudo del mediterráneo; aquí, en el fin del mundo de Alicia y de Charles Dodgson; aquí, en el trono del rey sin corona, en la casa de la abuela, en la boca del lobo. Aquí huele a miedo.
Se abre el telón, y hay que correr a dar las gracias. Ahora ya nada nos sirve de escondite. Súbitamente el sol es un reflector y en el cielo no hay noches estrelladas. Ya no hay más veredas para recorrer ni vinos para derramar; las flores tienen pinceladas y lentamente el sudor desprende el maquillaje de nuestras caras.
Ahora somos actores. Ya no hay más Romeo ni Julieta, ya no hay más veneno, ni desengaño, ni tampoco amor… no amor de únicos dos. ¿Aceptar rosas por cosas tan inmerecidas? ¿Profanar el espíritu de esta obra por aplausos inocuos? ¿Vender el beso de los enamorados a un tercer pendejo que aparece ya?... La muchedumbre no se calla y ya es tiempo de salir.
Ahora todo tiene sentido: La reverencia cierra el pacto de nuestra irrealidad. Ahora a beber el último trago de veneno para en paz poder mor…
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