viernes, 24 de febrero de 2012

Valiente (Romeo).

Ha caído el telón. Esta es la parte más dura del espectáculo; la pesada, la dura, la cruel. La última escena de esta tragedia dio fin con el más tonto de mis parlamentos, el más burdo, en más chusco y sobreactuado.

—Una paz lúgubre trae esta alborada. El sol no mostrará su rostro, a causa de su duelo. Salgamos de aquí para hablar más extensamente sobre estos sucesos lamentables. Unos obtendrán perdón y otros castigo, pues nunca hubo historia más dolorosa que esta de Julieta y su Romeo.

Y aquí viene el momento cumbre del miedo de los amorosos del tío Sabines, de los necesitados, de los que buscan... La división entre lo real y lo irreal, entre el cuento y la ficción, el dolor, la alegría, la apoteosis y el espanto. El instante mismo en que el mundo se cae en aplausos, y comprendes el porqué de las butacas. El horror de ver la capa guinda ceñida desde el techo hasta el suelo, el desprecio de la oscuridad celante en este sueño. Y el terror de ver marcado un personaje en tus palabras… Ha caído el telón.

La confusión carcome uno a uno los hilos de cordura en nuestras mentes. Nos miramos espantados, perplejos y estupefactos. El rincón del teatro donde estamos no es el más seguro por el momento; aquí yacen los restos del muerto amor de una pasión cobarde, las vidas ya sin vidas de dos seres sin su ser, el tierno rastro del arrepentimiento con sabor a melancolía, el dulce aroma del engaño con un trago de veneno.

Aquí, en el lugar más torpe de la construcción barroca del centro de la torpe ciudad; aquí, en el escondite del lobo sin dientes, el escaparate del poeta triste que perdió su pluma; aquí, en el cielo rojo del país desnudo del mediterráneo; aquí, en el fin del mundo de Alicia y de Charles Dodgson; aquí, en el trono del rey sin corona, en la casa de la abuela, en la boca del lobo. Aquí huele a miedo.

Se abre el telón, y hay que correr a dar las gracias. Ahora ya nada nos sirve de escondite. Súbitamente el sol es un reflector y en el cielo no hay noches estrelladas. Ya no hay más veredas para recorrer ni vinos para derramar; las flores tienen pinceladas y lentamente el sudor desprende el maquillaje de nuestras caras.

Ahora somos actores. Ya no hay más Romeo ni Julieta, ya no hay más veneno, ni desengaño, ni tampoco amor… no amor de únicos dos. ¿Aceptar rosas por cosas tan inmerecidas? ¿Profanar el espíritu de esta obra por aplausos inocuos? ¿Vender el beso de los enamorados a un tercer pendejo que aparece ya?... La muchedumbre no se calla y ya es tiempo de salir.

Ahora todo tiene sentido: La reverencia cierra el pacto de nuestra irrealidad. Ahora a beber el último trago de veneno para en paz poder mor…

jueves, 22 de septiembre de 2011

180 Km/hr

23:49 Horas, veo mis manos sobre el volante y recuerdo que debo mirar al frente, más allá del cristal frontal, más allá del bien y del mal que hoy ahogan poco a poco mis recuerdos en tan diáfana lectura, más allá del quinto sol de fuego que ya no augura un nuevo amanecer, más allá de las luces de mi carro, más allá de las luces de mi carro.

El retrovisor informa que un carro rojo vuelve a dar la vuelta en la calle nueve sobre la sexta; ha estado siguiéndome por 10 minutos, pero en esta pequeña ciudad eso no tiene nada de extraño. Sus altas destellantes inundan el interior de mi vehículo y advierten la presencia de dos bultos extraños sobre el asiento trasero de mi máquina de acero. Es la quinta noche que me sigue y la danza nuevamente comienza a dar función.

El paisaje casi suburbano me recuerda los viejos libros de novela negra que solía leer sobre Hamburgo y la policía local. Cada tres calles un semáforo y cada cuatro una diagonal con empedrado. Las casas de no más de dos niveles advierten la vieja usanza de techos entejados y de pisos de adoquín y la moldura antigua colonial advierten los años que llevan de pie y las historias que se ocultan tras paredes. El aire sabe a sal y la brisa huele a humedad. El silencio corta el fuego y dentro suenan mi ya clásico A - C#m D – E/ A - C#m D – E/ A - C#m D – E…

Frente a mí, un semáforo en rojo parpadeante da cuenta de la media noche que ya se avecina. Las marquesinas de las casas apenas dibujan su silueta cada vez que el rojo inunda el espacio y sobre las banquetas un charco de agua comienza a formarse. La lluvia ha empezado.

Más adelante comienza el empedrado que da hacia la playa. No, hoy no quiero seguir con la rutina y me desvío brusco a la derecha. Pronto los arbustos comienzan a aparecer y la arboleada reduce mi visión hasta unos cuantos metros que alcanzan los faros de mi Tacoma 2010. Podría prender las luces altas, pero mi languidez me impide separar las manos del volante. Prefiero la oscuridad.

Sigue la plantación y pronto de los altos y espesos árboles el escenario se transforma en planicie y soledad. Aquí no está lloviendo y la luna llena inunda el valle con su luz rosada. Ya no es necesario el acondicionamiento y bajo los cristales para sentir el olor casi cósmico que desprende el nuevo espacio donde me desarrollo.

Aquí el silencio es sordo y la soledad se vive acompañada. Aquí ni los grillos cantan pues temen a su propio canto. Aquí es tierra de nadie y no queda sino caminar hacia adelante aunque nunca hubo un atrás de referencia, un antes, un antiguamente. Aquí, en la tierra del eco las sombras desaparecen y ya no tienes compañía… Ya no tienes compañía.

El aire es más ligero y la pesadez de la ciudad desaparece junto con el sueño y el cansancio. Seguramente este sitio funciona como refugio de los enamorados, pero hoy está sin vida, sin aire, sin amor, pero sin melancolía.

Mi armónica sabe de memoria las notas que debe tocar y nuevamente me siento observado. Doy mi concierto frente al peñasco. Pronto tengo compañía y los músicos se adhieren poco a poco: el soprano del silbido del viento hace agudos que concuerdan con los graves del rugir de olas que se rompen en las piedras. Por ratos las ramas funcionan como arpas y trompetas y violines… Y muy esporádicamente mi solo con la armónica retumba en mis oídos.

Ha sido la peor de mis veladas.

Ya pronto va a amanecer y no puedo permitirme que me encuentren aquí, ni ellos, ni así. Subiré a mi camioneta, cerraré los ojos y conduciré hasta 180 km/hr. Antes que me atrapen. Correré el sendero y romperé el viento con mis manos. Cerraré las nubes y cortaré el camino. Mataré a ese lobo y me haré un collar con su pelaje y mancuernillas con sus colmillos. Morirá ese lobo y la caperucita ya no estará en peligro nuevamente, vivirá libre y vivirá por siempre, en este bosque, en esta selva, en la planicie y en la pradera; jugará con Lopo y cortará las flores, correrá el sendero y besará las nubes, y construirá el camino y borrará mi nombre.

Debo irme rápido, el sol tiene una cita es este lugar en pocos minutos. Llegaré a mi cama, y hoy, al menos hoy, pretenderé que todo ha sido un sueño, aunque encuentre lodo en mis zapatos, aunque encuentre hierba en mis bolsillos.

domingo, 3 de julio de 2011

¡Mátame, por favor!

¡Sírvame otro tequila, por favor!... siempre he querido decir esa frase.

¡Sírvame otro tequila, por favor! Y ya son 12. El próximo es el cabalístico.

Nunca creí que pudiera llegar a ser tan cáustica y tan tóxica. Su cara blanca y su sonrisa pálida (no, no invertí los calificativos) apenas palpitan en mis neuronas. ¡Pero el cuerpo es canijo! Mi cuerpo extraña el suave roce de sus manos y el dulce aroma de su pelo aun persiste en entre mis dedos tibios.

Las manos me tiemblan y la verdad no sé ya lo que hago aquí, solo, en un bar, bebiendo café y fumando un puro. No, el alcohol nunca ha sido lo mío y llevo cinco minutos de abstinencia.

Quizás sea un muerto soñando que estoy vivo y que un día amé. Quizás se parte de la confabulación de una vieja película alemana que vi hace algunos años y realmente yo no exista. Quizás soy un mendigo moribundo agonizando a mitad de la calle, delirando disparates y pensando estupideces. Quizás yo no exista, quizás yo no exista.

¡Cuánta lástima! ¡Sí estoy vivo y no estoy soñando!

Vuelvo de nuevo a la realidad.

Alzo la cabeza y ahí está de nuevo el cantinero sirviéndome el último tequila de la noche. Shit! El bar está a punto de cerrar y los alegatos en mi mente aun no están concluidos. Y como si eso ayudara, me zampo el tequilazo, tomo mi chaqueta y me marcho de aquel lugar.

Afuera un nuevo mundo me depara un destino nuevo, afuera somos otros, afuera somos hienas, y perros, y coyotes. Afuera vuelvo a ser el voyerista y tú la actriz. Afuera somos como focas aplaudiendo al sentido amaestrado. Afuera ni Pavlov nos detiene como perros salivando al más puro instinto del hedor y del deseo. Afuera vuelvo a ser el hombre dominado por el lobo, pero esta vez ya no tengo presa. La cacería comienza.

Abro los ojos y desde aquí veo la salida sobre la roja alfombra mojada de alcohol. Mi manía por ver el suelo de cerca nunca falla, pero esta vez es a causa del alcohol.

Hoy vomitaré mi rencor sobre tu fotografía y mañana, mañana la resaca borrará el dolor que hay en mi pecho. Me pondré bien, de eso estoy seguro.

Lo mejor es que mañana una nueva borrachera saciará mi sed y una nueva puta saciará mi hambre.

miércoles, 29 de junio de 2011

¡”#$%& (Ésta no es otra novela de amor)

Soy un hombre de ciencia y no entiendo de metáforas de amores ni de promesas para siempre.

Hola de nuevo… ¿Hola? Yo y mi estúpida manía de hablar solo. ¡Deberían castigarme por hacerlo!

¡En fin! Heme aquí de nuevo frente a tu puerta cuando había prometido que nunca iba a volver a verte. Pero yo no entiendo.

Hace un mes dejé de llamarte y enviarte textos al celular, pero aun conservo tu número. De hecho sería tonto borrarlo, mi cerebro ha memorizado cada dígito en él.

Y bien, ¿ahora qué procede? ¿Tocar y salir corriendo? Sería casi muy infantil y sobreactuado. Debo ser más espontaneo y surrealista.

Sé que detrás de esa puerta hay un mundo de celo y de rencor hacia mí. Fui el antagonista en nuestra novela hollywoodesca de pasión y de deseo, fui la mosca en tu sopa, fui granizada en día de verano.

Hoy he perdido el guión de nuestra tragicomedia y no sé el sentimiento que debo interpretar entre corchetes. ¿Qué más sigue? He olvidado mi línea.

Cayó el telón y con él ha caído la esperanza de volver a tenerte a mi lado. Se escribió el fin, pero aun sigo en la oscuridad entre las páginas esperando a que un nuevo escritor busque entre los viejos personajes y vuelva yo a tener vida en nuestra escena.

El cuarto título de la portada no augura una segunda parte, pero no pierdo la esperanza de que todo sea un borrador de nuestra historia sin final y que nuevamente seas tú mi predilecta.

Lo confieso, me he rendido y siento decirte que no espero que alguien más reescriba nuestra historia en otra máquina mecánica.

Esta no es otra novela de amor y hoy no voy a tocar a tu puerta. Iré por un café, espero verte pronto.

Adiós, nos vemos luego… ¿Adiós? Yo y mi estúpida manía de hablar solo… lo peor es que a veces me contesto.

jueves, 26 de mayo de 2011

Ganas de escribir

Hoy tengo ganas de escribir, de correr y de dormir.
Hoy tengo ganas de hacer el amor y despertar,
tengo ganas de volar, de caer y levantarme,
ganas de llorar y ganas de vivir.

Hoy tengo ganas de quitarme la máscara,
pero tengo miedo de lo que pueda haber allí abajo.

Hoy tengo ganas de caminar descalzo,
pero tengo miedo que las piedras en el suelo
perforen mi piel hasta llegar al corazón.

Hoy tengo ganas de gritar,
pero no quiero que los sordos
escuchen mis lamentos.

Hoy tengo ganas de morir,
pero tengo miedo a no regresar jamás.

Hoy tengo ganas de correr,
pero es curioso el hecho
de que no sé a dónde lleva este camino.

Hoy tengo ganas de escribir,
pero miedo de que alguien lea mis profundos sentimientos.

viernes, 13 de mayo de 2011

Un nuevo comienzo (tic-toc)

“Y entonces intenté ahogar mis dolores… pero ellos aprendieron a nadar”
(Frida Kahlo)


Hoy me dijo adiós, realmente no se qué pasó o el por qué de su huida. Un adiós grabó en mi mente la idea de que no regresaría y en mi pecho un boom apesarado ahoga los apenas vivos latidos de mi corazón.

Aun la puedo ver a unos metros, de espaldas y sin mirar atrás… sin mirarme. No me había dado cuenta de lo bien que luce su cabello movido por el viento, como las hojas de los árboles en otoño que parecen que cobran vida propia. Trataré de ser fuerte y no tumbarme, hoy no, parecería demasiado fingido y sobreactuado. He caído al suelo.

Realmente no sé cuánto tiempo llevo aquí, no sé cuándo empezó la lluvia. Tampoco sé si la humedad sobre mis mejillas son gotas de agua o lágrimas saladas.

Ha caído la noche, y con ella mis fantasmas internos han desatado una lucha en mis recuerdos. Los fantasmas blancos sueñan con parchar mi dolor con buenos recuerdos; y los negros, manchan con tristeza aquellos buenos momentos y mi corazón late: Tic-toc.

Parece que fue anoche cuando la vi por primera vez, sentada sobre la banca blanca del último árbol del parque de la esquina, como siempre, puntual a las 5:00 p.m. y yo sin poder siquiera acercarme. En ese entonces sólo me conformaba con mirarla desde lejos y fingir mis clases de fotografía con ciegos flashazos sin dirección. ¡Qué tonto!

Todos los días parecían cortos en comparación con las noches en las que tu recuerdo no me bastaba para consolar las ansias reprimidas de deseo y soledad, tristeza y amargura. Y me retorcía del dolor, sin poder dormir, sin más consuelo que la zafia melodía que suelo tocar en mi vieja guitarra que acostumbro arrumbar en la esquina norte del cuarto de atrás. A - C#m D – E/ A - C#m D – E/ A - C#m D – E…

Tic-toc, mi corazón regresa. Tic-toc. ¿Será que me he quedado dormido? Siento el olor del perfume que te regalé en nuestro primer aniversario, un Gucci Floral que usas para ocasiones especiales. ¿Será que me he quedado dormido? Si es así no quiero abrir los ojos, pues temo no verte en la inmensidad de la noche y despertar solo en algún lugar desconocido en que pueda perder la ahora débil fragancia de tu cuerpo.

Tic-toc. Nunca me di cuenta de lo que tenías planeado para mí; no sé si lo habías ya pensado desde el momento en que nos vimos. Pero debo reconocerlo... juegas rápido. Recuerdo aquella tarde de solsticio de verano en que me respondiste el primer “hola” y para mí fue como firmar un pagaré con la cantidad en blanco y el beneficiario a tu nombre. Esa tarde caminamos muy juntos, pero sin tomarnos de las manos hasta que el sol se puso tras la colina rara que da camino de tu casa; el tiempo pareció ralentizarse y todo se me hacía eterno y era así como quería pasar mi vida entera: en un instante eterno a tu lado. Lo siento, olvidé que era solsticio.

La primera cita fue todo un fiasco. Te llevé al parque a tomar un helado; un perro orinó mis zapatos, nos topamos a tu ex, te bañé en helado, y ante todo ello tu sólo sonreías… ¡Me pagabas más de la cuenta! ¿Qué más puedo yo pedir?

Tic-toc. La lluvia ha comenzado de nuevo; tengo los ojos cerrados, pero me doy cuenta de las miradas extrañas que asechan mi cuerpo sosegado del dolor. Supongo que ver a alguien tirado a mitad de la calle debe parecer extraño, deben pensar que estoy ebrio, loco o ambas cosas, lo que ellos no saben es que estoy muerto… pero que aun respiro.

Tic-toc. Duramos juntos dos eternidades (tal vez hayan sido cuatro, no lo sé), pero hubiera condenado mi alma para durar otras cien, y quinientas, y mil. Poco a poco te fuiste adueñando de mis actos y mi respiración, mis sueños, delirios, mis palabras y mis cartas.

Tic-toc. He muerto dos veces en lo que va de esta noche y no sé si pueda seguir sobreviviendo… Tic toc, vuelve a latir mi corazón.

lunes, 2 de mayo de 2011

La prostituta

01:40 de la mañana y sigo en la tercera esquina de la calle 5. Anoche un carro rojo con placas foráneas vino por Sarah y aun no ha regresado, todos dicen que se la han llevado y que Malva es responsable. Él lo ha negado todo, dice que son sólo rumores para distraernos de algo más grande y que sigamos trabajando, que él nos cuida.

Suena raro, pero es cierto, ya no hay clientes por aquí, y aunque quiera, a mis 27 años ya no puedo moverme a otro lado ni salirme de esto. Uno cree que con querer todo se puede, pero no es cierto. En la novela de las 8 ya oí por cuarta vez que la sufrida protagonista va a sacar adelante a sus hermanos trabajando de lo que sea, menos de PUTA… Sí, PUTA, con mayúsculas para que se vea. Y es que la gente tiene pavor por decirlo, pero ¿y qué? Eso soy yo, una puta de la vida que al final de los chingados favores también es puta. Y esto no es telenovela.

Vuelvo a la realidad y noto que la noche es fría y que mi chaqueta roja de cuero no resiste el viento helado de la calle norte. Saco un cigarrillo pero no hay nadie para darme fuego; lo prendo, guardo mi zippo plata y camino de la forma más pulcra en la que puedo. Levanto la barbilla, contraigo los hombros y arqueo una ceja. Doy el primer paso, el pie derecho bien estirado, primero la punta y luego el talón, el pie izquierdo y camino tres pasos adelante. Me detengo sobre mi pasarela imaginaria, hago un ademán con el cigarrillo de la mano derecha, poso mi mano sobre la cadera izquierda y doy vuelta para iniciar con la rutina de nuevo. Saludo a lo lejos y sonrío… es parte de la rutina, no hay nadie ahí.

01:52 de la mañana y cero pesos en mi prada negra que cuelga de mi hombro izquierdo. No ha habido clientes hoy y comienzo a aburrirme, bueno, por lo menos no he fingido orgasmos en las últimas veinte horas. Una ráfaga de viento despeina mi peluca rojiza y por primera vez en mucho tiempo cae una gota de agua sobre mi cabeza. Cierro los ojos pero no me cubro de la lluvia, no hay problema, son sólo gotas escasas de agua fría.

Abro los ojos y el destello de los faros ciega mi visión por tres segundos. Viene a lo lejos pero ya lo distingo, un escalofrío recorre mi nuca y tengo miedo. Bajo mis brazos bruscamente y el cigarrillo largo cae de mi boca directo al charco que lo apaga rápidamente. Malva aprueba al cliente, es el carro rojo… Y viene por mí. Ya son 5 antes de las 2.